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Full text of "Juana Efeso Nuestro Senor Jesucristo"

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Í-J u tra y ez i«e Jesús a los límites de las regi0bes r paga- 
VV^ nas - buo a la ciudad de Cesárea de Filippos, al pie del 
f 101 ^ 0 ^' erm< ^ n - estaba la gruta Phaneas donde 

lej endas colocaban la fuente del río Jordán. Iba 
i ^ÉEfcwF COm ° d . e , costumbl ‘e con sus discípulos. En esta ocasión 
¡J £ í ¿^prometió a Pedro que sobre él edificaría su Iglesia la 
* 6 i ’ Serí - a i nv ioláble al i n tierno. Y, que tendría las llaves 
Jft^de ° S Cle ° Sj para que ligase 0 desligase lo que quisiere. 

bf Tambl fn recomendó a sus apóstoles, que no confesa- 

ba N sen a nadie que él era Jesús, el Cristo. Después les anun- 

- L re - 







— 4 — 


* 

* * 

Al aparecer la aurora del día primero, María de Mag- ' 
dala, María de Cleofas y Salomé, iban al sepulcro con 
las drogas aromáticas que habían comprado para ungir- 
le, Al llegar, vieron la piedra retirada y la gruta abier- 
ta, sin hallar el cuerpo de Jesús. . . 

Se volvieron sobrecogidas de temor, a contar a los 
apóstoles, la desaparición del Maestro. Pedro y Juan, 
al oir la relación corrieron al sepulcro y también regre- 
saron admirados, de no hallar más que los lienzos. . . 

María de Magdala, no resignándose a seguirlos, se 
sentó próxima al sepulcro, llorando amargamente. . 

Ehtonces, Jesús resucitado de la muerte, se le apare- 
ció. . . Como la santa penitente le extendiera los brazos, 
Jesucristo le dijo: “No me toques, porque todavía no 
he subido a mi Padre y vuestro Padre, a mi Dios y 
vuestro Dios”. María de Magdala corrió después a los 
apóstoles y les anunció que había visto al Señor. Ellos 
no lo creyeron. También Juana de Khouza y las demás 
galileas, fueron por su parte, al sepulcro con el mismn 
propósito y no le hallaron. 

* * 

Jesucristo vino a manifestarse otra vez a sus após- 
toles en Galilea, en el lago de Genezareth. Estaban jun- 
tos Pedro, Tomás, Juan y Santiago hijos de Zebedeo, 
otros dos discípulos y Bartolomé. Salieron en la barca 
en busca de pescado ; pero durante toda la noche no 
pescaron nada. 

Cuando ya iba amaneciendo, Jesús apareció en la 
playa y les hizo extender la red sobre el mar, que se 
llenó de peces. Pedro al oir que era el Señor, se puso- 



— 5 — 


la túnica de pescador, porque estaba desnudo, y se echó 
al agua. 

Entre todos arrastraron a tierra la red cubierta do 
ciento cincuenta y tres pescados grandes, que a pesar 
de tantos no rompieron la malla. 

Después se sentaron a la mesa a comer pan y pescado 
asado al fuego. 

El Mesías volvía, por fin, a poner su planta misterio- 
sa en su región evangélica. Pronto dejaría esos lugares; 
pero dejaba sus recuerdos que vivirían tanto como el 
mundo. Las ciudades en que predicó sus doctrinas que- 
daban eternamente, en la imaginación de las generacio- 
nes. Allí estaban Magdala patria de María la peniten- 
te, Gergesa la de los demonios, Bethsaida y Corazin 
las milagrosas, Dalmanutha la enigmática, Cafarnahum 
la de los impuestos, Genezareth o Tiberiades la pagana 
de los tetrarcas. Todas hechas místicas y bellas por los 
hechos del Salvador. Sus palabras vagaban en el espa- 
cio como estrellas de los cielos. El Sol doraría siempre 
esas mismas montañas que Jesús caminó. 

Cuando la noche viniera sobre la tierra, se creería 
ver al Mesías andando por sus aldeas. La Luna en el 
espacio alumbraría con sus luces diversas, las aguas del 
lago en que Jesús dejó las huellas profundas de su exis- 
tencia sobrenatural. El amor de su alma divina flota- 
ría por todas partes. . . 


PALAS ATENEA 

Palas Atenea siguió andando. . . andando. . . Por to- 
das partes veía huertos cubiertos de hermosos árboles, 
con las frutas maduras suspendidas de las verdes ra- 
mas. Pomona, diosa de los frutos, favorecía la rica ve- 



— 6 — 


getaeión. 

Aquí ya los montes se iban elevando para tomar su 
mayor grandiosidad en la región vecina del Epiro, a 
donde se dirigía la viajera griega. 

Atenea se internó en el Epiro. Aquí los paisajes apa- 
recían sobrenaturales con las cambiantes luces de las 
nieves de las montañas elevadas de la cadena del Pindó, 
■que cubrían todo el país y cuyas diversas cordilleras se 
desparramaban por toda la tierra helénica. 

¡Cuántos montes variados, cuántos torrentes cayendo 
en las frondosas selvas y en los tupidos bosques! ¡Qué 
emoción indefinible, qué recuerdos misteriosos se agita- 
ron en el alma de Palas Atenea, al llegar al centro del 
Epiro, donde entre montañas está Dodona. con un tem- 
plo consagrado al dios Zeus! 

Era el más célebre de los santuarios de toda la Héla- 
-de. Estaba junto a un manantial de aguas, cuya ver- 
tiente cesaba todos los días a las doce, según cuentan, y 
reaparecía abundantemente a media noche, lago sagra- 
do situado en un bosque maravilloso, cuyos árboles pro- 
nunciaban oráculos. Se decía que Zeus mismo daba las 
respuestas u oráculos, a los que interrogaban su sabi- 
duría divina, valiéndose del susurro de los robles sa- 
grados . 

Palas se alejó de Dodona con la cabeza inclinada, me- 
ditando en la evocación de las divinidades, que nacie- 
ron de la espiritualidad griega. 

* 

* 4 .- 

Palas Atenea volvió a pasar por Tesalia. ¡Qué pano- 
ramas más espléndidos ! Por todas partes corrían torren- 
tes de las montañas. Los caminos estaban preciosos. 
Subió encantada a un monte. Al Oriente divisaba el 



— 7 — 


mar bañando las costas. Aquí entro los montes Ossa y 
Pelión, en la región de Magnesia, vivían en estado sal- 
vaje los Centauros mitad hombres, mitad caballos. 

Se contaba que Txión enamorado de Hera, se había 
atrevido a tentar Ja honestidad de la diosa y cuando 
creía logrado sus deseos, se halló que sólo había poseí- 
do vana apariencia en que engendró los Centauros, 
monstruos fabulosos. 

Como los griegos eran muy buenos marinos, de aquí 
de las costas de Tesalia salieron las primeras expedicio- 
nes a puntos lejanos. ¡El mar. el mar! ídolo de Posei- 
don ecuestre que al golpe de su tridente hizo nacer su 
caballo. 

* 

* * 

Al bajar Palas, a las regiones del Sur, en los límites 
de la Dórida con la Fócida, vió una manada de puercos, 
animales que se sacrificaban para que los locos recobra- 
sen la razón; también se ofrecían a la tierra en acción 
de gracias por su fecundidad. 

Atenea so reía mucho A’iendo la cantidad de prole que 
llevaban, los lechones eran tantos que no los podía con- 
tar. Pensó que las puercas eran amadas de los Fau- 
nos, divinidades campestres que presidían la cría de 
Jos ganados, defendiéndolos de los lobos y así protegían 
la agricultura. 


* =* 

La incansable viajera griega volvió al Ática, región 
de Palas Atenea, la diosa de los ojos verdes que ama 
eomo Aquilcs. el más hermoso y valiente de los grie- 
gos. Aquiles era hijo de Peleo rey de lolcos, en Tesa- 
lia y de Tetis, diosa del mar. 



— 8 — 


¡ Qué hermosa aparecía la ciudad de Atenas, situada 
al Oriente de la inmensa bahía, con el Pireo por puer- 
to principal ! Era tan extenso y profundo el golfo Sa- 
rónico, que bañaba todo el Oriente del Ática, el país 
de Eléusis, Megara, Corinto y la larga península de la 
Argólida. Las montañas y los promontorios cercanos 
tornaban más obscuras y misteriosas las aguas del golfo 
con varias islas e islotes en su interior. Palas Atenea 
se sentó en la playa, a orillas del Sarónieo, frente a la 
isla de Calamina llamada también de Avax, por el hijo 
de Telamón rey de ella. Ayax fué uno de los argo- 
nautas que también tomó parte en la expedición de 
Troya. Se contaba que al volver a su patria, naufragó 
y se refugió en un peñasco de donde amenazaba al cie- 
lo. En seguida, fué sumergido en las aguas por Zeus. 
De aquí se le representaba y se decía : Ayax amenazan- 
do al cielo. 

A las orillas del golfo Sarónieo, en la Argólida, había 
un templo de Esculapio, médico supremo. 

* 

Palas Atenea pensó viajar en un navio de vela, que 
llevaba pasajeros a las islas del archipiélago. 

Se embarcó en el puerto y fueron navegando al Sur. 
¡ Qué frescas y obscuras aparecían las primeras aguas ! 

Al salir del golfo en medio de sus aguas, estaba la 
pequeña y preciosa isla Esferia, a donde llegó Ulises 
después de su naufragio. Aquí recibió hospitalidad del 
rey Alcínoo, cuya hija Nausícaa, iba a las playas con 
sus mujeres, a lavar sus ropas y las de sus hermanos. 

Después fueron navegando, casi tocando las tierras 
del Peloponeso, y apareció primero la isla Hermione, 
famosa por su rica púrpura, las de Poros y la impor- 
tante isla de Hydra . 



— 9 — 


El barco fue siempre al Sur, basta entrar en el mar 
de los Mirtos. 

Aquí eu la costa peloponesa, se veía a Epidau.ro, con 
un templo célebre de Esculapio, dios médico a cuyo 
oráculo venían todos los enfermos de Grecia. Más allá 
lejos, al Oeste, frente al golfo de Laeonia, veíá Palas 
Atenea a la grande isla de Citera, santuario de Afro- 
dita, diosa del amor, nacida de las espumas de la mar. 
Se la representaba saliendo de las aguas y retorciéndo- 
se la cabellera. 

Aquí se le rendía mucho culto, a pesar de lo estéril 
y pedregoso de su suelo, porque los fenicios tenían es- 
tablecimientos. Otro santuario importante de Afrodita 
estaba mucho más lejos, allá en la isla de Chipre, en- 
frente de la Siria y la Fenicia, y por esto se le llamaba 
la chipriota. La diosa Afrodita tenía por emblema la 
paloma . 

Después el buque tomó rumbo al Oriente y se inter- 
nó en las islas Cvclades agrupadas en poca extensión . 
Palas miró al Sur, lejos donde dejaban el mar de Cre- 
ta llamado así por la larga isla de tal nombre, donde na- 
ció el dios Zeus. El navio se fué internando por las 
muchas islas del archipiélago. Contemplaba la grande 
isla de Khodas donde murió la célebre Helena. Falle- 
cido su esposo, el rey Menelao, ella se refugió aquí en 
la choza de un boyero que la visitaba en ausencia del 
rey . 

Palas Atenea estaba encantada de los paisajes celes- 
tiales que veía. Por todas partes las aguas penetrando 
en las irregulares costas, en puertos, cabos, bahías, pe- 
nínsulas pronunciadas, golfos profundos, en radas ca- 
prichosas. en playas pedregosas. . . 

¡Qué fantástica se le aparecía Grecia...! Veía las 



- 10 — 


lagunas cubiertas de sal y los pescadores de esponjas 
en busca de sus riquezas. Por todas partes bellezas geo- 
gráficas y arte misterioso. ¡Qué hermoso era el suelo 
helénico ! . . . 

Por último, volvían y al volver vi ó Palas una alon- 
dra parada en lo alto de un peñasco y se acordó que 
según la Mitología, la joven Escylla, que se dejaba do- 
minar por los amores y no por las dádivas, fué conver- 
tida en alondra, habitadora de los escollos y perdición 
de los navegantes. 

La viajera desembarcó contentísima de su paseo por 
el archipiélago. 

Fué a Atenas, la ciudad de la diosa Palas Atena, a 
quien los griegos daban cabeza de lechuza. 

¡ Con cuánto gusto se internó por las callejuelas tor- 
tuosas de los alrededores ¡Volvía a vivir la vida de 
siempre, entregada al pensamiento y a las ilusiones 
de la imaginación. Sin duda que la diosa de la sabidu- 
ría la inspirada. Volvió a recordar los tiempos heroi- 
cos de la Grecia primitiva y vino a su memoria la trá- 
gica leyenda de Edipo. 

SANTA ILUMINADA 

Gertrudis y Santa Iluminada decidieron ir a Cafar- 
nahum. Allá vivió el discípulo Mateo, primer evangelis- 
ta. No lejos de esa ciudad, Jesucristo pronunció el céle 
bre Sermón de la Montaña. 

Dos días más tarde, fueron a dar un paseo en canoa 
por el lago de Genezareth, Gertrudis meditaba en los 
prodigios divinos que flotaron en estas aguas. En el 
Viejo Testamento se llamó mar de Cinnereth. 

Santa Humiliada calculó su belleza de aguas en la ex- 
tensión de cinco a seis leguas de largo, por tres o cua- 



11 — 


tro de ancho, grande como un pequeño mar hundido en- 
tre rocas, abundante en pescados. 

Las colinas elevadas que le rodeaban ofrecían un cua- 
dro lleno de poesía. 

Jesucristo había permanecido mucho tiempo en ts 
tas regiones. Varios de sus discípulos fueron aquí pes- 
cadores . 

* 

Pasados unos meses, Santa Iluminada y Gertrudis 
fueron a la aldea de Emaús, a más de dos leguas al Nor- 
te de Jerusalén . 

Las dos gozaban con la buena estación que les tuco ; 
pues un Sol brillante producía variadas sombras so- 
bre los caminos cubiertos de árboles... 

Emaús volvió a despertar en ellas el recuerdo de Je- 
sús. Se contaba que yendo a esa ciudad, así como ellas 
ahora, dos de sus discípulos conversando sobre los su- 
cesos de la vida y muerte de Jesucristo, éste se les apa- 
reció repentinamente, el mismo día que resucitó del 
sepulcro, al tercero de crucificado. Mas, ellos tenían 
la vista nublada que no le reconocieron. 

Jesús les habló de los mismos asuntos andando en sil 
compañía, sin descubrirse. El uno de ellos llamado 
Cleofas le dijo: “¿Tan aislado vives en Jerusalén, que 
ignoras lo (pie ha sucedido con Jesús Nazareno?” Y, 
continuaron los dos explicándole la crucifixión del Sal- 
vador. Mas Jesús, les repuso: “¡Oh, insensatos y tar- 
dos de corazón para creer todo cuanto dijeron los pro- 
fetas! ; No era necesario que el Cristo así padeciese 
para entrar en su gloria?” 

Y. así. Jesucristo, sin confesarles que él era, les iba 
explicando las Escrituras, comenzando desde Moisés, 
los profetas, hasta Jesús. 



— 12 — 


Entonces llegaron a la aldea de Emaús. Gertrudis 
recordó esto y más y sentía la suave alegría de ese día 
en que Jesús terminaba su cadena de pesares, para en- 
trar omnipotente en el dominio de su Padre Dios. Cua- 
renta días todavía estuvo en la tierra, posteriores a la 
resurrección, y entonces subió a los cielos. 

Ijas dos compañeras igual llegaron a Emaús y fue- 
ron a quedarse en casa de un sacerdote, que vivía jun- 
to a su iglesia de la Trinidad. Allá descansaron. La 
iglesia de la Trinidad era muy pequeña, pero muy be- 
lla. Sus altares eran cubiertos de blancos y riquísimos 
encajes; los cirios encendidos en lujosos candeleros. 
Las estatuas de los santos eran esculturas impecables. 
El pulpito al lado de su escalera, de valioso mérito. 
Los confesionarios eran tan lindos, que parecían peque- 
ñas iglesias para muñecas. . . 

Gertrudis se pasaba horas, durante días seguidos, mi- 
rando los cuadros de la pasión de Nuestro Señor Je- 
sucristo, pintados con gran fidelidad histórica. 

En cuanto a Iluminada se pasó los días que allí estu- 
vieron, metida en los rincones solitarios de la iglesia, 
ensimismada, sin que nadie comprendiese lo que pasaba 
en su espíritu. Sólo se le notaba en su expresión, una 
tristeza indefinible y amarga. 

Mas, pronto tuvieron que volver por fuerza a Jeru- 
salén. Gertrudis llena su alma de los buenos recuerdos, 
por la solicitud y bondad de la familia del sacerdote ; 
así como la impresión que llevaba del estudio de la 
iglesia de la Trinidad, que era una legítima joya de sa- 
biduría religiosa. 



— 13 — 


SOR BIBLIA 

Sor Biblia se sentó sobre una enorme piedra, descan- 
saba. El traje blanco y negro que llevaba de hermana 
de la Caridad, le daba un aire casi celestial. Tenía la 
cruz sobre el pecho y un rosario colgaba de su cin- 
tura. 

En la comunidad religiosa a que pertenecía, enseña- 
lía Historia Sagrada . Por esta misión la llamaron Sor 
Biblia. Y, ahora andaba por tierra de los santos luga- 
res, pensando repasar los recuerdos de las Escrituras. 

Le acompañaba una joven llamada Petra, que tam- 
bién estudiaba historia religiosa con la esperanza de lle- 
gar a ser Sor, y enseñar la misma materia que su maes- 
tra . 

Habían venido a residir a la ciudad de Zoán capital 
del Delta, en casa de una familia, donde iban a perma- 
necer hasta que saliesen del país. La vivienda estaba 
situada en una altura del enorme y maravilloso Delta 
del río Xilo, cuyos brazos se extienden sobre el bajo 
Egipto bañado por la Gran Mar y el mar Rojo o de 
los Juncos. 

¡Qué hermosa aparecía Zoán a orillas de uno de los 
infinitos canales del Xilo... próxima a su gran lago 
de la costa, cuyas aguas iban a confundirse con el 
mar. . . ! Por estas cercanías se extendía la fértil tierra 
del país de Gosén, donde vivieron los israelitas descen- 
dientes de Jacob, durante cuatrocientos treinta años. 

La casa era baja, cerca del canal del río, con una be- 
lla terraza, de donde se contemplaba un extenso paisaje 
con toda la poesía del Egipto. 

Los días se sucedían sin interrupción. 

Pjra el mes de Abril, en que el Nilo comienza a 



— 34 — 


crecer allá lejos al Sur donde naco, en la meseta de los 
grandes lagos. a causa de las lluvias torrenciales que 
durante ocho meses caen en las regiones ecuatoriales, 
formando copiosos tributarios. Un mes más tarde, en 
Mayo, el caudal de agua v sus inundaciones aumentan, 
con las nieves derretidas en las montañas por la Prima- 
vera. que aceleran las crecidas del río y sus afluentes 
y ya so arrastra cubierto de hierbas que a veces ocultan 
su camino, surcando las caídas y cataratas que halla 
a su paso. Así va subiendo el Nilo. el río de las maravi- 
llosas leyendas, por su largo valle cubierto de montañas 
o colinas poco elevadas, para llegar al bajo Egipto 
donde inunda lentamente su Delta. A fines de Junio 
la inundación llena todo el país, que fertiliza con sus 
aguas verdes vegetales y sus aguas rojas volcánicas. El 
15 de Julio el Nilo sale de su cauce y empieza a des- 
bordarse. En Agosto y Septiembre la crecida está en 
toda su plenitud. Durante tres meses el Egipto queda 
cubierto de las aguas que suben de siete a ocho metros 
y parece un gran lago, donde sobresalen como islas las 
ciudades construidas en las alturas. 

A mediados de Octubre, la inundación comienza a 
declinar y a fines de Noviembre el río vuelve a su cau- 
dal de siempre ; pero después de haber dejado una al- 
fombra de tierra vegetal, dotada de tal fertilidad, 
que ya en Diciembre aparece cubierta de vegetación. 

El prodigio se repite todos los años y los egipcios son 
felices, porque no tienen necesidad de abonar ni regar 
sus tierras, el Nilo se encarga de ello. 

* 

* # 

Sor Biblia y Petra bajaron a pasear por la tierra de 
Gosén, donde vino a residir Jacob con sus hijos: Rubén, 



.■Simeón, Leví, Isachar, Judá, Zabulón, Benjamín, Nep- 
talí. Dan. Dad y Aser. 

El hijo José que había tenido con Raquel, era Mi- 
nistro del rey Faraón del Egipto, y dió a su padre y a 
sus hermanos la rica tierra de Gosén para que se es- 
tableciesen con sus familias y sus ganados. Jacob al- 
canzó a vivir aquí diecisiete años, rogando a José que 
llevase su cadáver a la tierra de Canaán, a la misma 
sepultura en que yacía su primera esposa Lea. 

¡tus hijos que quedaron en el Egipto con sus familias, 
también aquí murieron y la numerosa descendencia que- 
dó perpetuándose durante varios siglos. 

José el Ministro, hijo de Jacob, se casó aquí con Ase- 
nath hija de Potipherah sacerdote de la ciudad de On. 
De la que tuvo dos hijos: Manases y Efraím. Los he- 
breos llaman Mizraim al Egipto y también tierra de 
Ham; al río Nilo lo denominaban Sihor. 

* 

* * 

El mes de Noviembre terminaba y el crepúsculo de 
la tarde se cernía sobre la ciudad de Zoán, que apare- 
cía húmeda y melancólica. 

En la vivienda de Sor Biblia, se veían las ventanas 
abiertas y sobre una mesa ardía una bujía, iluminando 
‘‘I rostro de Petra, que sentada, hacía sus apuntes. A 
un lado tenía un cuaderno cerrado, cuya última pági- 
na marcaba el paso de los israelitas por la tierra de los 
filisteos, antes de entrar al Egipto. Ahora, se ocupaba 
en anotar a la histórica familia ya radicada en Gosén'. 

En tanto. Sor Biblia, sentada a la ventana, miraba 
la tierra humedecida y brotando en todas partes. 



Las garzas ; y los pelícanos a las orillas del lago, da- 
ban sus notas al paisaje, cuyas aguas reflejaban los úl- 
timos rayos’ del Sol que se escondía en el lejano hori- 
zonte.’ Las aves acuáticas zabullían en los numerosos 
canales del río, como si quisieran descansar de los 
trabajos y vuelos del día. Los patos se arrastraban en 
las orillas fangosas. Hacía calor como siempre; sólo el 
rocío de la noche vendría a refrescar el ambiente. En 
estas regiones donde no llueve, los fuertes rocíos noc- 
turnos templaban la atmósfera diariamente. 

Las sombras de la noche que venía, se acentuaban 
con las de los árboles y las grandes palmeras que cre- 
cían en todas partes. Sor Biblia meditaba en los mu- 
chos años que el pueblo de Dios vivió en tan bella re- 
gión . 


í¡i tanto Petra seguía escribiendo a la luz de la bu- 
jía. A veces ante algo que no recordaba bien, consulta- 
ba los libros que tenía sobre la mesa en que se narraba 
la historia del pueblo de Dios. Esto ocurría todas las 
noches. Petra tenía interés en estos estudios, porque 
para el tiempo de la nueva inundación del Nilo, ya no 
estarían en el país. 

Durante el día recorrían las diversas regiones rega- 
das por los numerosos canales; las dos se distraían con 
los bellos paisajes. Al terminar la tarde volvían a casa 
y después de una cena frugal, so dedicaban a la labor- 
de siempre. 



— 17 


HISPANO - AMÉRICA 

(Conquistadores) 

Vasco Núñez de Balboa gobernador del Darién, visi- 
tó la región del cacique Careta que le dió una hija por- 
esposa. En otro viaje, llegó al interior del istmo de Pa- 
namá ; aquí supo que al Sur, en las orillas del otro mar 
había mucho oro y perlas. Esta fué la primera noti- 
cia del mar dei Sur o Pacífico Regresó a la Antigua y 
pidió a España recursos. Enemigo de la ociosidad, re- 
corrió las tierras por las bocas del delta del Atrato. 

Balboa supo (pie le iban a quitar la gobernación y 
sin esperar, fué en busca del mar del Sur. Con hombres 
robustos se puso en marcha, atravesando caminos cu- 
biertos de sierras, precipicios, pantanos y torrentes, ba- 
jo los horribles calores de los trópicos. El ancho del 
istmo de tierra, entre ambos mares, es de unas pocas le- 
guas; pero la cadena de montañas y sus bosques impe- 
netrables, le hacían intransitable. A pesar de tales difi- 
cultades, anduvo cerca de un mes y al, cabo, el 25 de 
¡Septiembre de 1513. Balboa subió a una alta cima, de 
donde contempló por vez primera, el Océano Pacífico. 
Sus compañeros treparon a la montaña, mirando con 
admiración el mar sin límites. Habían atravesado el 
istmo de Panamá y descubierto el mar del Sur u Océa- 
no Pacífico . 


EN EL VALLE DE MÉJICO 

Esta región es muy bella entre montañas y lagos. Una 
llanura surcada de cauces, que rodeaba la capital de 
Tenochtitlan o Méjico, situada en el centro del lago Tex- 
eoco, sobre la meseta de Anahuac, que significa cer- 
ca del agua. , 



— 18 — 


En oí hermoso valle de Méjico, aparecen seis lagos 
colocados a ‘diverso nivel. Al subir, primero aparecen 
los lagos Chalco y Xochimilco, separados por el dique 
de Tía luía e. Más arriba, el lago grande de Texcoco, en 
cuyo inferior estaba la ciudad azteca de Méjico, con 
tres puentes de piedra o calzadas, que le sondan de 
comunicación a las tierras próximas : estas calzadas- 
también se unían entre si, por- puentes levadizos. 

En estas regiones se había formado una reunión de 
tres reinos: el de Texcoco, el de Méjico y el de Tla- 
eopán, a cierta distancia al Oeste del mismo lago. A 
este valle maravilloso, donde vivía el emperador Mocte- 
zuma If con la aristocracia del civilizado imperio, se 
aproxima con sus tropas, el conquistador español Her- 
nán Cortés. 

Cruzando las montañas, llegaron a Texcoco y de allí 
a Iziapalapa. 

Al descender de los montes de Chalco, vieron a Mé- 
jico a donde entraron por una espaciosa y larga cal- 
zada, el 8 de Noviembre de 1519'. 

NOCHE TRISTE 

Cinco días después, el pueblo azteca cayó sobre los 
cuarteles de las tropas españolas. Comenzó una liorri- 
■bl e lucha que duró varios días; de las azoteas ocupadas 
por los mejicanos, arrojaban piedras y otros moi*tífe- 
res. En estos combates fué herido v muerto Moctezu- 
ma II último emperador de Méjico, que hasta morir se 
resistió a los auxilios de la Religión Cristiana. Como 
los combates se renovaban sin cesar y los españoles se 
destrozaban en el sitio, Hernán Cortés que también es- 
taba herido en una mano, dispuso la salida de la ciu- 
dad para la noche del T’ de Julio. Una superstición me- 
jicana les prohibía combatir durante la noche y los es- 



— 19 


pañoles quizás, pensaron en ello para huir. Aunque es- 
taba más alejada de Tía x cala y del mar. Cortés eligió' 
la calzada del Oeste, para salida de sus tropas, por ha- 
berla destrozado menos los aztecas. Conducía este ca- 
mino de piedra, primero a la aldea de Popotla y des- 
pués a la ciudad de Tlacopán. llamada por los espa- 
ñoles Tacuba . 

Por esta calzada emprendió la retirada de Méjico, 
Hernán Cortés con los tres cuerpos de su ejército ; ibar 
adelante Sandoval, en el centro Cortés con la artillería' 
y un puente de madera para salvar las cortaduras, a- 
lo último marchaban Vázquez de León y Pedro de Al- 
varo do. 

Creyendo Cortés (pie el enemigo no se dio cuenta de. 
la huida, mandó tender el puente en la primer rotura y 
se di ó paso a los cañones y caballos. 

Al instante, el lago de cubrió de canoas e indios que 
arrojaban piedras y flechas. El puente de madera se 
hundió, con la artillería (pie cayó al agua. Se aumente 
la horrible confusión a causa de la obscuridad de la 
noche y llovían indios tan numerosos, que el ejército 
español, desligado, no podía auxiliarse. Se retiraba corr 
su valor de siempre. La vanguardia de Sandoval logró 
salvar todas las cortaduras de la calzada. Le seguía Cor- 
tés (pie perdió los bagajes y los cañones en los fosos-, 
caminando sobre montones de muertos y heridos, unos 
en tierra, otros ahogados en el lago. Vázquez de León 
(pie iba en la retaguardia, sucumbió alentando a sus 
soldados. En cuanto a Pedro de Alvarado, que iba atrás: 
del destrozado ejército, herido y desmontado, llegó a 
la última zanja de la calzada de Tlacopán y pasó por 
una viga ligera, siendo recibido al otro lado, por las 
aneas del caballo de Martín de Gamboa. 



20 — 


Por lo difícil, el lugar de este foso se llamó: Puente 
de Alvarado. 

Esa noche horrible, que fue muy obscura y lluviosa, 
quedó en la Historia con el nombre de: Noche Triste. 

Cuentan, que al ver tan deshecho el ejército y la fal- 
ta de tantos compañeros. Hernán Cortés se cubrió el 
rostro con las manos y rompió en lágrimas... 

Llegaron primero a la pequeña aldea de Popotla, en 
la cual se ve un ahuehuete de los mejicanos, el famoso 
ciprés llamado, el Artel de la Noche Triste, testigo de 
Ja desastrosa retirada de Hernán Cortés. 

FUNDACIÓN DE CORO 

Al Este del golfo de Maracaibo y sobre la península 
Paraguana, hay un lugar agradable, en que fundó Juan 
de Ampués, la ciudad de Coro, el 26 de Julio, fiesta de 
Santa Ana. 

Ampués hizo tratado de paz y amistad con el caci- 
que Manaure, que dominaba estas regiones. Y, al que- 
dar fundada la ciudad de Coro, fué el punto de parti- 
da de las expediciones de los conquistadores. 

Todos los gobernadores de Venezuela residieron en 
Coro o en Tocuyo, hasta que el gobierno se trasladó a 
Caracas. 

Al fundar Ampués la ciudad de Coro, hizo celebrar 
la primera misa bajo la sombra de un árbol, en el lugar 
en que se elevó después, la capilla de San Clemente. 

Coro tiene una posición bella, a orillas de las aguas : 
un estrecho istmo le une al mar de las Antillas o de 
Caribes. 

Enes cerriles de arenas, que se forman en sus orillas, 
impiden que se vea el mar. A pesar de esto, la ciudad 



— 21 — 


tiene la vista de algunas sierras. Y, a lo lejos corren 
los ríos Cauca, Coro y otros, que van al mar. Verdad que 
estos ríos se secan en Verano, sólo el Coro corre siem- 
pre, a veces con tan poca agua, que sus habitantes tie- 
nen que conservar las aguas de las lluvias, en estanques 
que llaman jagüeyes. 

Al Norte tiene la península de Paraguana, curiosa 
por su forma y en cuyo centro, se eleva el cerro de 
•Santa Ana. Coro es la ciudad más antigua de Venezuela. 

SANTA FE DE BOGOTÁ 

(blando los españoles descubrieron a Coquibacoa o 
Colombia indígena, existía al interior, en las altas mese- 
tas de sus montañas, un pueblo tan civilizado como el 
azteca y el peruano. Era el Muisca o Chibcha, que vi- 
vía en regiones elevadas de Bogotá. Su lengua era rica 
y de gran sonoridad. El cacique-rey vivía en la capital; 
pero el gran sacerdote habitaba en Sagamoso. Su culto 
era el de la Naturaleza. Adoraban con preferencia el 
Sol y la Luna, los árboles, los montes y las aguas. Ve- 
neraban a Bochica. Trabajaban con gran inteligencia 
el barro, hilaban y tejían el algodón y se hacían vesti- 
dos. Cultivaban la tierra, eran agricultores y comer- 
ciantes . 

En cuanto al país era hermosísimo, extendido entre 
montañas, torrentes y ríos, desde el mar de las An- 
tillas hasta el istmo de Panamá y el mar del Sur o Pa- 
cífico. Las cadenas de sus cordilleras ofrecían los pai- 
sajes mas divinos, donde también se ofrecen gargantas 
peligrosas, con caminos difíciles, en que es preciso an- 
dar a cuestas de los indígenas. En sus Andes se halla 
el paso del Páramo de los Guanacos, que da camino de 
Bogotá a Popayán. 



22 — 


En las sierras de su Oriente nace el río Para ¿rúa, así 
nombrado por los indios, que corre hacia el caudaloso 
Orinoco, que entre otros nombres tenía el de Yuyapari. 
Estos y otros ríos, caminando entre bosques y montes, 
van a perderse por extensas llanuras, al grandioso río 
Marañón. 

La ciudad de -Santa Fe de Bogotá, fundada por Que : 
sa da, con clima agradable, situada en la alta sábana de 
su meseta, cerca de las orillas del río de su nombre, 
aparece en toda su belleza. Este río corre por su al- 
tiplanicie lentamente, camina hacia Occidente, luego 
acelera, su curso sobre su declive, y se precipita desde 
la altura, con el rumor bullicioso de su corriente, for- 
mando la maravillosa cascada de Tequendama, magní- 
fica y celestial creación de la Naturaleza. Después el 
agua sigue corriendo hasta perderse en el río Magda- 
lena que sigue al Norte, caudaloso en su valle profundo, 
entre dos cordilleras. Así corre rápido, impetuoso en 
su pendiente; en el camino se de unen del Oeste, las 
aguas del Cauca también entre cadenas de montañas. 
Y, entre los dos cada vez con más aguas, que le traen 
las muchas vertientes, van subiendo por senderos de 
verduras y de bosques, hacia el mar de las Antillas 
donde arrojan sus corrientes, por las diversas bocas 
de su gran delta cubierto de lagos, lagunas y charcas. 

EL TAHUANTINSUYU DE LOS INCAS 

El Tahuantinsuyu o tierra de los primitivos peruanos 
que por esto se llamaron tahuantinsuyus, se formó por 
su primer emperador o inca Manco-Cápac T y su espo- 
sa Mama-Oello. -Se decían hijos del Sol y salieron de 
una de las islas del lago Titicaca gi’ande como un mar, 
suspendido en una meseta a gran altura, con muchas 



islas en sus aguas, que decían sagradas y dos penínsu- 
las que le dividen en dos. Al Sur vierte sus aguas en 
otro lago. 

Esta región en el interior del continente, es muy 
hermosa, porque está cubierta de montañas de los An- 
des, donde aparecen valles extensos cubiertos de vege- 
tación, surcados por ríos caudalosos que le llevan al 
Océano . 

Entre el laberinto de sus piedras enormes, se ven las 
cimas cubiertas de nieve y los torrentes y las lluvias 
corren por las vertientes quebradas de sus cordilleras. 
En tal eomarca comenzó a reinar en el siglo X, Manco- 
Cápac I y Mama-Oello. Su padre el Sol, les dió una va- 
rita de oro y que procurasen hincarla en el suelo, por 
donde caminasen y les mandó que allí donde se hinca- 
ra, se detuvieran. 

Partieron los dos hacia el Norte, sin poder hincar 
en la tierra, hasta que al llegar a la cima del Huaua- 
eauri la varilla se hincó y desapareció. 

Entonces pararon por aquí y fundaron la ciudad de 
('uzeo, (pie como era el centro de la nación, se llamó 
Cosco, que en lengua quechúa quiere decir ombligo. 
Y fué dividida en dos partes, Ilanan ('oseo y Hurin Cos- 
co. Su primer inca Manco-Cápac consiguió extenderse 
y pudo fundar rnás de cien pueblos con igual número 
de casas, esparcidas en cuatro barrios. Después comen- 
zó a educar a los peruanos enseñándoles Agricultura, 
Artes v Religión de la Naturaleza. 

En esta misma forma fueron siguiendo sus descen- 
dientes los incas, que gobernaron la nación. Heredaban 
en familia y hubo taire? , unos y^ ^f-meas, en el largo 
imperio. Entre los últimos emperactores, algunos le lle- 
varon a 1a. grande extensión de sus regiones, que hizo 
el país famoso de los peruanos. 



Unos incas subieron por Cochabamba de Bolivia y 
salieron al mar Pacífico, por Tarapacá y el valle de Are- 
quipa. 

Durante el inca Pachacutec se hicieron conquistas al 
Oriente y se llegó hasta Jauja, deliciosa región con va- 
lles, montañas y ríos. Siguiendo la campaña, consiguió 
del cacique Huamachueu el dominio de Cajamarca. Tam- 
bién en expediciones al Pacífico ganó a Pachacámac, 
Ivímae y Barranca. 

El hijo Yupanciui con su tío Cápac, hizo conquistas 
avanzadas al Oriente. Y, además, dirigió sus conquis- 
tas a Chile, entrando en Atacama; rindió a Copiapó y a 
Coquimbo, llegando a pasar el río Maulé ; pero como los 
chilenos empezaron a resistir y a guerrear, el inca dió 
aquí término a las conquistas, dando orden que se les 
tratase mejor y se fortificasen las orillas del río Maulé. 

Como su padre, el inca Tupac-Yupanqui siguió las 
conquistas en Chile, sus ejércitos cruzaron la cordille- 
ra ele los Andes y penetrando en los valles del Pací- 
fico, tomaron a Qnillota y Aconcagua. También en sus 
expediciones al Sur del lago Titicaca, avanzó al inte- 
rior de la Argentina, hasta Tuc-ma o Tueumán. Este in- 
ca afortunado, tuvo además, éxito en las conquistas 
del lejano Ecuador, que fueron continuadas por su hi- 
jo Huayna-Cápac que terminó por ser rey de Quito. 

Por su parte el inca ITuavna-Cápac llegó con sus con- 
quistas a los lejanos valles de Arauco en Chile, regados 
por el río Bíobío y las aguas del mar. 

Después de la muerte de Huayna-Cápac. las tropas 
salieron di* aquí' llamadas por el heredero Huáscar. 

Entonces, los ar;nt^;wos cebaron a los pocos soldados 
del inca que guaVdában los fuertes y los persiguieron 
hasta las orillas del Maulé, donde cuentan, se dió una 
batalla que duró tres días. 



— 25 — 


EL REINO DE QUITO 

Las costas y tierras que acababa de descubrir el con- 
quistador español Francisco Pizarro, cori'espondían al 
Ecuador, país conquistado por los incas del Perú, desde 
hacía unos cincuenta años. Los ecuatorianos no querían 
confesarse súbditos del inca y le atacaron en su campa- 
mento, que estuvo en peligro de muerte y donde murie- 
ron casi todos los nobles de su guardia. 

Para vengarse el inca Huayna-Cápac cayó sobre el 
campo ecuatoriano ; cuentan que sus tropas dieron muer- 
te a veinte mil, y fue tanta la sangre A r ertida, que el la- 
go que había junto a ellos, tomó el nombre Jaguar-Co- 
cha o lago de sangre. 

Después, el emperador o inca Huayna-Cápac se casó 
con la reina Paccha de Quito y así se hizo la unión en- 
tre los dos países. De estas bodas nació Atahualpa, he- 
redero de ambas coronas. El inca Huayna-Cápac embe- 
lleció mucho con hermosas construcciones, la ciudad 
de Quito, que de por si tiene bellísimos adornos natura- 
les. Situada en alta meseta, al Oriente de lá cordillera 
de los Andes, en las desiguales faldas del Pichincha, a 
orilla de las aguas del Machangara, surcada por hondas 
quebradas que forman su exótica belleza, se ofrece Qui- 
to con su vegetación tropical y sus montañas misterio- 
sas, unas cubiertas de nieves eternas, otras terriblemen- 
te volcánicas. Las cadenas de los Andes toman aquí 
las formas del Cotopaxi, del Sangav y el Chimborazo. 
Y, en sus gargantas y quebradas, se deslizan los espu- 
mosos torrentes que forman ríos. 

El inca Huayna-Cápac amó tanto este país y a su 
reina, que no volvió más a la corte del Cuzco. Quiso 
un día ponerse en marcha, pero no pasó de Tumi-Bam- 



— 26 — 


ba, donde supo la llorada de los españoles al río de las 
Esmeraldas, y retrocedió a Quito. Aquí murió en Di- 
ciembre de 1020 . 


EN AÑAQUITO 

El emperador y rey- de España Carlos V y I, para po-. 
ner orden en las colonias de América, mandó a Blasco 
Nuñez Vela, su primer virrey en el Perú. Éste se puso 
en viaje y al pasar por Panamá, dió libertad a los in- 
dios que tenían los encomenderos del Perú y embarcó 
muchas riquezas, fruto del trabajo forzado de los indí- 
genas. L1 egó a Túmbez y en su viaje a Lima hizo lo 
mismo. Esto alarmó a muchos que poseían bienes y 
pusieron sus tropas al mando de Gonzalo Pizarro, que 
fue aclamado en el Cuzco. 

Comenzó la lucha y amenazado Pizarro en los extre- 
mos. elisrió combatir contra el virrey y se puso en mar- 
cha hacia el Norte, con su ejército. El virrey se re- 
tiró- a Popayán, donde se había reunido Belalcázar can 
soldados bien armados. En cuanto a Gonzalo Pizarro, 
después de una penosísima marcha entre todos los obs- 
táculos de la Naturaleza, logró campamento para sus 
tropas en Quito. Cerca de esta capital está el campo que 
llaman de Añaquito, tranquilo, fértil, de dos leguas de- 
largo, donde había dos lagunas extensas que mandó ha- 
cer el inca Huayna-Cápac. muy llenas de garzas y pa- 
tos de agua; cerca tiene un humilladero de piedra. Por 
estas regiones se reunieron los ejércitos enemigos y em- 
pezó el combate el 18 de Enero de 1546, en la llanura 
de Añaquito. Blasco Xúñez Vela desplegó sus grandes 
dotes militares: pero cayó cubierto de heridas y alcan- 
zó a ver la victoria de Gonzalo Pizarro. Después por 
mandato de éste, el licenciado Francisco Carbajah cor- 



— 27 — 


tó la cabeza del primer virrey del Perú, Blasco Núñez 
Vela, en el humilladero de piedra del campo de Aña- 
quito. 


CONQUISTA DEL BRASIL 


Después del descubrimiento del Brasil por Cabral, los 
portugueses descuidaron estas tierras preocupados por 
sus posesiones en la India Oriental. Sin embargo, ve- 
nían expediciones para comerciar.. El rey de Portugal 
envió a Martín de Sonsa que vino a explorar el Bra- 
sil . Desde Pernambueo dió orden al capitán Diego Lei- 
te que fuese a reconocer el Norte, hasta el río Marañón. 

En tanto Sonsa se puso en camino de estudio al Sur; 
navegando se detuvo corto tiempo en la hermosa re- 
gión de Bahía, luego continuó y ancló en Rio Janeiro, 
el 30 de Abril de 1531. Aquí mandó construir naves, 
tomó provisiones, siguió viaje al Sur y envió a su her- 
mano que reconociese el Rio de la Plata. 

El rey de Portugal tuvo conocimiento que negocian- 
tes extranjeros, los franceses, trataban de penetrar en 
el país y para asegurar su dominio, hizo dividir el Bra- 
sil en doce capitanías hereditarias, con cincuenta o más 
leguas de costa, que fueron cedidas a señores portugue- 
ses. Martín de Sousa fué llamado a la patria y no vol- 
vió más al Brasil. Al año siguiente partió a la India 
del Asia, donde añadió servicios a la corona de Portu- 
gal. 

Entre tanto, la lucha en el Brasil, se hacía terrible 
■con los indígenas y la penetración a las regiones en- 
marañadas del inmenso país. Se ofrecían todas las di- 



— 28 — 


fieultades de la naturaleza primitiva e inculta. Los go- 
bernadores se quejaron al rey del sistema de gobierno. 

Entonces, don Juan ITI creó uno solo que tuviese el 

poder de los doce. 

Y, señaló para capital del Brasil, la ciudad de Bahía, 

llamada de Todos los Santos. La región es bellísima, 
sobre el mar, en la bahía que forma la gran isla de 
Itapariea. unas partes bajas que mojan las aguas, otras 
elevadas en la pendiente de la península. 

Y, nombró gobernador a Tomás de Sousa, de talento 
administrativo, prudencia y valor demostrado en Asia 
y Africa. 

Éste salió de Lisboa el l 9 de Febrero de 1549, con bu- 
ques y muchas personas que emigraban. Le acompaña- 
ban seis padres jesuítas, que fueron los primeros de tal 
orden que vinieron a la América. 

Al llegar a Bahía, echaron los cimientos de la nueva 
ciudad de San Salvador. 

La colonización avanzó con rapidez ; los misioneros 
jesuítas ayudaron bastante. Mas, a pesar de las buenas 
disposiciones pacíficas de los portugueses, los indíge- 
nas se rebelaban y hubo que mantener combates de ar- 
mas. 

El rey mandó oportunos auxilios, que ¿aseguraron la 
colonia. Numerosas familias emigraron de Europa y 
vinieron a vivir en las regiones más civilizadas. Se creó 
el obispado de Bahía, del que dependiesen las colonias 
del Brasil. 

Tomás de Sousa pidió retiro del gobierno y se nom- 
bró en su lugar a Duarte Da Costa. Éste llegó a Ba- 



29 — 


hía el 13 de Julio de 1553 . 

Al año siguiente, en el Sur del Brasil, los padres je- 
suítas fundaron el colegio de San Pablo. En tanto vino- 
* a morir el rey y fue elegida reina de Portugal, Doña 
Catalina, regente de su nieto Sebastián, menor de edad. 

La reina se preocupó de las regiones de América, y 
creyendo que Dnarte Da Costa no se conducía bien, 
nombró a Men de Saa con la orden de expulsar a los. 
franceses, que se habían instalado en regiones impor- 
tantes. Para ayudarle le enviaron nuevas tropas y el 
20 de Enero de 1567. los portugueses atacaron las trin- 
cheras y fuertes de los extranjeros, que fueron obliga* 
dos a embarcarse para Europa. Así salieron los france- 
ses del Brasil. En seguida, los portugueses trazaron el' 
plano de la nueva ciudad, en la orilla Occidental de 
la bahía de Rio Janeiro, que en honor del triunfo y 
nombre del heredero de Portugal fué llamada San Se- 
bastián ; pero sus habitantes continuaron llamándola Rio 
Janeiro, nombre primero que tuvo la región. 

Hasta entonces todo el poder de la nación residía 
en Bahía; pero con el tiempo vino a ser capital sólo 
Rio Janeiro desde 1763. 

Y, no podía elegirse mejor región para capital de 
tan extenso país, sobre las aguas del mar Atlántico. Co- 
locada la ciudad en una espléndida bahía de las ma- 
yores del mundo, en cuyas aguas interiores tiene un 
archipiélago de muchas islas, se entra a ella por un ca- 
nal angosto, defendido por fuertes. Esta hermosa bahía 
circular, tiene unas playas bajas, otras escarpadas con 
colinas rústicas en los alrededores, cubiertas su faldas 
y cumbres de riquísima vegetación tropical. También 
embellecen las cercanías, diversos lagos y lagunas. 



— 30 — 


Río Janeiro fundada al Oeste, en la entrada de la 
bahía, aparece en toda su belleza como una media Lu- 
na sobre el mar, adornada por las montañas próximas, 
de cuyas vertientes románticas, corren torrentes qa? 
van a las aguas de. la bahía, encerrada en sus orillas 
irregulares . 

Y, tan hermosa capital es digna del más grande país 
de Sud-América, que encierra en sus magníficas, regio- ; 
nes, los ríos más caudalosos y el inmenso río Marañón" 
o Amazonas. Cubierto de cordilleras que' ofrecen los 
más variados paisajes. Con la vegetación más rica de 
las tierras tropicales. Con sus largos ríos que vienen 
del Oriente, a las regiones del lago Titicaca, al estuario 
del Plata y a las lejanas regiones de los Andes, sobre el 
Pacífico. Con su hoya inmensa, ligada por el Amazo- 
nas a los grandes afluentes del Orinoco, que se pierden 
en el mar de las Antillas. Toda la Naturaleza se ofrece 
en el Brasil, con su diversa prodigalidad. 

Este país que se llamó primero Vera Cruz, cambió su 
nombre por Brasil, porque abundaba en madera de pa- 
lo brasil, así llamado por los indígenas, que aplicaban 
;a los árboles que daban tintes de color rojo. 


PIN. 




S 1 


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OBRAS DE JUANA EFESO 


Nuestro Señor Jesucristo 
Palas Atenea 
Santa Iluminada 
Hermopolis Magna 
Sueño de Sofía y Helesponto 
Evangelista y Figuras Sagradas 
Ejercicios (versos y prosa) 
Hispano - América 

(conquistadores) 

En preparación: Sor Biblia